Teniendo en cuenta que por estos días se está proyectando en salas comerciales de la ciudad de Córdoba la última realización del director italiano Marco Bellocchio, nos referimos a «Vincere» (2009), película protagonizada por Giovanna Mezzogiorno y Filippo Timi, hemos decidido compartir con ustedes un valioso artículo escrito por Judas para el semanario Prensa Obrera, el cual se reproduce a continuación.
Vincere
Las primeras escenas de Vincere son impactantes. En 1914, una manifestación republicana, en la que flamean banderas rojas, se enfrenta a la policía. «Abajo el rey» es la consigna. Al frente de la marcha, agitando a la muchedumbre, se encuentra un hombre joven, director de Avanti, periódico del Partido Socialista. Es Benito Mussolini. Es el futuro Duce. El futuro líder del fascismo, uno de los responsables de las épocas más oscuras de la humanidad. ¿Qué llevó a la transformación de un combativo republicano – que también reniega, como muestra el film, de dios y de los curas- en un aliado del Papa y de Hitler; de un socialista en la expresión de la barbarie capitalista? El último film de Mario Bellochio muestra cómo la política más general atraviesa las circunstancias personales de los sujetos y señala algunas posibilidades de la era contemporánea.
Durante aquella manifestación, Mussolini se reencuentra con Ida Dalser y comienzan un romance en el que ella lo ama con veneración, aunque sin reciprocidad. Dalser presencia la ruptura de su pareja con el PS: en un plenario, Mussolini defiende el apoyo del partido a la entrada de Italia en la guerra. Comienza su transformación. Sin embargo, habría que detenerse en dos aspectos de la cuestión. Las consignas republicanas de la movilización inicial expresan una continuidad con las de la lucha por la unidad de Italia – de las consignas jacobinas del «resurgimiento». Desde ese momento, 1871, el texto y el contexto de Italia cambia – el capitalismo desarrollado se transforma en imperialista, donde Italia cuenta muy poco. La defensa de Italia contra el imperio austro-húngaro, en 1871, se transforma en 1914 en la defensa del derecho de Italia al reparto de los países periféricos (Libia, Etiopía); la defensa de Italia – en oposición a la consigna de combatir la guerra con los métodos de la revolución social- implica la inserción en el coro de naciones imperialistas beligerantes. Expulsado del PS -que había adoptado una posición neutral insostenible en el cuadro de la guerra imperialista europea- Mussolini funda Il Popolo d’Italia, de tendencia ultranacionalista, belicista, imperialista – en el entendimiento de que una victoria en la guerra completaría la realización de las tareas pendientes de la unificación del país. Lo hace con el financiamiento que le otorga Dalser.
Mientras la figura del Duce crece, la relación amorosa se profundiza – o al menos así parece- : ella queda embarazada y nace Benito Albino. Mientras tanto, el Duce se ‘ajusta’: acepta la monarquía y, más tarde, al Vaticano, un enemigo de la unidad de la península. También cambia su imagen ‘contestataria’ por la de esposo devoto y padre de familia ejemplar: se casa por iglesia con Rachele Guidi, con quien ya tenía una hija. Dalser, una fascista convencida, reclama que el Duce reconozca a su hijo y a ella misma como su mujer. Sus cada vez más fuertes demandas son una molestia para la consagración del Duce. Es internada, por orden del estado, en un psiquiátrico, y su hijo entregado en adopción a un comisario fascista de raíz liberal. El film es el relato de esta tragedia que culminó con el borramiento de las huellas del vínculo de Mussolini con Dalser y su hijo, sólo revelado hace pocos años.
La película, realizada con exquisita elegancia, recurre a imágenes de archivo en las que aparece el verdadero Mussolini, y señala recursos estéticos del futurismo (el movimiento vanguardista que, curiosamente, hacía culto de la guerra y la destrucción, adhirió al fascismo y perdió a varios de sus impulsores en las trincheras nacionalistas de la Primera Guerra Mundial), de la ópera, y hace un homenaje constante al cine. Las actuaciones de Giovanna Mezzogiorno y Fillipo Timi son verdaderamente notables.
Vincere expone los métodos el fascismo para resolver una disputa personal y cómo una de sus adherentes es devorada por la violencia barbárica del régimen – allí también se revela la tragedia de una nación y de una época. Sin embargo, el film señala otras posibilidades: en una escena central, la exhibición de El pibe, de Chaplin, demuestra que en las profundidades de las masas se halla otro camino, reservas de movilización popular que también se manifestarán en los manicomios y en un intento por evitar el secuestro del hogar del hijo de Mussolini-Dalser.
El film funciona también como un eco del presente. La desintegración de Italia reaparece con los planteos separatistas de la Lega Nord, pero sobre todo a partir de la disolución en curso del régimen berlusconiano. Berlusconi no suscita la pasión que Mussolini produjo en Ida Dalser, pero comparten la inmoralidad y el abuso del histrionismo. Berlusconi siempre ha coqueteado con el histrionismo del Duce. La crisis mundial se desarrolla en una época de guerras cada vez más crueles. Al final de la película, Mussolini llama al pueblo a «Vincere» (vencer), para enseguida documentar la ola de bombardeos aliados que destruirán a las tres cuartas partes del país.
En algún lugar, el director del film habría manifestado que nunca llegó a entender la conversión de Mussolini del socialismo al fascismo – pero en el desarrollo de Vincere se describen sus patologías.