Llega a su fin nuestro repaso parcial por la filmografía del director canadiense David Cronenberg. En tal sentido, la próxima función de nuestro ciclo en Cinéfilo Bar consistirá en la proyección de “Spider”, un lúcido tratado sobre la locura protagonizado por Ralph Fiennes, Miranda Richardson, Gabriel Byrne y Lynn Redgrave. El relato cinematográfico que aquí propone Cronenberg va siguiendo los perdidos pasos del personaje principal por una Londres fantasmal, originando una atmósfera visual opresiva, resultado de una puesta en escena rigurosa y sin fisuras.
La impecable planificación, sumada a una cromática grisácea y a cierta morosidad narrativa, nos sumerge a fondo, sin subtramas distractivas, en la historia de Spider (situada temporalmente en los años ’60 y ’70), un hombre de mente frágil e inestable, que fue o cree haber sido, cuando niño, testigo del asesinato de su madre por parte de su padre. Spider pasará un largo tiempo en un hospital psiquiátrico; cuando reciba el alta y abandone la institución, se alojará en un mugriento hospicio de tránsito, localizado en el barrio de su infancia (el East End londinense) y a cargo de la señora Wilkinson, quien prácticamente lo ignorará. En este marco, Spider dejará de tomar su medicación, propiciando de esta manera que los fantasmas de su infancia comiencen a acosarlo. Las vallas mentales con las que intentó protegerse de lo que parece haber ocurrido tiempo atrás, empiezan a resquebrajarse. Descenderá entonces por el tobogán de la más terrible de las locuras.
Al reflexionar sobre el personaje, Cronenberg otorga la misma valoración a los sueños que a la realidad. Cree que ambos son igualmente genuinos, que los recuerdos y las distorsiones de la realidad se interrelacionan, se mezclan y tratan de prevalecer unos sobre otros (Ver más abajo “Cronenberg habla de ‘Spider’”). Considera haber concretado en este proyecto un ejercicio de introspección, de reflexión acerca de la locura y la memoria, compartiendo con Patrick McGrath, autor del libro en el que se basa la película, su interés por la exploración psicológica de las dificultades en las relaciones humanas, especialmente las familiares.
Lo que Cronenberg propone, en última instancia, es una reflexión en torno a los mecanismos mentales que suelen conducir a las personas al autoengaño, esa extraña capacidad humana de cambiar el pasado o, incluso, el presente, según lo que se quiera recordar o ver. “Spider”, en suma, nos llama la atención acerca de cómo podemos llegar a justificar nuestros actos reescribiendo mentalmente lo ocurrido.
Esta película se proyectará el miércoles 28 de octubre, desde las 21 horas, en Bv. San Juan 1020. Los esperamos.-
“SPIDER”
Dirección: David Cronenberg.
Países: Reino Unido, Francia y Canadá.
Año: 2002.
Duración: 98 min.
Guión: Patrick McGrath y David Cronenberg; basado en la novela de Patrick McGrath.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Peter Suschitzky.
Intépretes: Ralph Fiennes (Dennis ‘Spider’ Cleg), Gabriel Byrne (Bill Cleg), Miranda Richardson (Yvonne / Señora Cleg / Señora Wilkinson), Bradley Hall (Joven Spider), Lynn Redgrave (Señora Wilkinson), John Neville (Terrence), Gary Reineke (Freddy), Philip Craig (John).
Sinopsis:
Con su habitual elegancia siniestra, el canadiense David Cronenberg nos propone un inquietante viaje al interior de la mente de un esquizofrénico. Dennis Cleg, conocido como Spider por su extraña afición a tejer telas con hilos, como si de una araña se tratase, está a punto de ser dado de alta, tras pasar años en una institución psiquiátrica. Pero antes tiene que recluirse una temporada en un hospicio. Allí es ignorado por la gobernanta, lo que provoca que no tome la medicación que le impedía evocar supuestos sucesos trágicos de su infancia, los mismos que lo habrían empujado a la locura. Spider cree desde niño que su madre ha sido asesinada por su padre, y que luego éste la sustituyó por una impostora. Sueños, recuerdos y alucinaciones surgen continuamente de su interior mientras trata de descubrir la verdad.
Cronenberg habla de «Spider«
Algunas críticas describieron a «Spider» como uno de los films más contenidos y ascéticos de su carrera, ¿usted también lo ve así?
-No, creo que me entendieron mal. La ausencia de insectos, vísceras o sangre no significa un cambio en mi estilo o en mis búsquedas. Es una película de terror sin los condimentos típicos del cine de terror. El enfoque puede ser distinto, porque el eje está puesto en la incursión en la mente del personaje de Spider, pero sigo con las mismas obsesiones de siempre.
-¿Cómo trabajaron con Ralph Fiennes el personaje central, especialmente porque los vericuetos de su mente son la clave de la película, y él está casi todo el tiempo en pantalla?
-Cuando leí la novela de Patrick McGrath me impresionó mucho, me dejó en estado de shock y, una vez que conseguí los derechos, nos pusimos a trabajar con Patrick en el guión durante mucho tiempo porque tenía dudas sobre su posible transposición al cine. Fiennes -un actor que me interesa mucho- accedió a interpretar a Spider. Se metió en asilos y se entrevistó con esquizofrénicos, pero yo le dije que no se preocupara demasiado porque no se trataba de un documental riguroso ni de un estudio clínico. Prefiero indagar dentro de nosotros mismos para encontrar algo genuino y creíble y no basarme en experiencias ajenas. De hecho, jamás utilizamos el término «esquizofrenia» dentro del set de filmación. Pero el compromiso de Fiennes era fundamental en este caso, porque es una película de actores, no de efectos visuales.
-El film tiene elementos del género de suspenso, pero el énfasis está puesto en el tortuoso viaje interior del protagonista…
-Sí, hay un elemento misterioso que se revela al final, pero antes que nada me interesaban los dilemas psicológicos y filosóficos de la novela, que son mucho más complejos. Me propuse escarbar en el universo interior de un personaje enigmático, frágil, incómodo, fluctuante, poco seductor, que hasta tiene un lenguaje y una forma de comportarse muy particulares.
-Es un personaje ideal para trabajar uno de sus temas favoritos: los cruces entre realidad y ficción.
-Claro, las alucinaciones, las pesadillas, las percepciones de Spider, me permitieron volver a la eterna batalla entre la realidad y los sueños. Además, los recuerdos de infancia son siempre distorsionados y a mí eso me interesaba mucho, especialmente en el caso de un personaje como Spider, que intenta sacarse el peso de unas experiencias tan dolorosas como las que carga en su cabeza desde niño. Es como un personaje salido de una obra de Samuel Beckett, pero con todos los libros de Sigmund Freud adentro y en un contexto kafkiano. Una combinación explosiva.
Extractado de un artículo publicado por el diario La Nación en mayo de 2002: