Archivo de julio 2009

«Lecciones de Vida» (M. Scorsese) y «Destrozando a Edipo» (W. Allen), en Cinéfilo Bar (Miércoles 29/07 – 21 Hs.)

28 julio 2009

Este miércoles llega a su fin el recorrido por algo de lo mejor de la obra de los directores neoyorquinos Woody Allen y Martin Scorsese, motivo de la edición del mes de julio de la propuesta cineclubística de Videoteca del Mirador en Cinéfilo Bar. En esta parada final vamos a echar mano de dos episodios de la película “Historias de Nueva York” (New York Stories), a saber, y en este orden, “Lecciones de Vida”, de Scorsese, y “Destrozando a Edipo”, de Allen, un drama y una comedia, respectivamente.

Los invitamos a que se acerquen a Cinéfilo para disfrutar de estos muy atractivos mediometrajes, cuya proyección tendrá lugar el miércoles 29 de julio, a partir de las 21, en Bv. San Juan 1020.-

«Lecciones de Vida

(Life Lessons)

Lecciones de vidaLecciones de vida 2

Director: Martin Scorsese

Año: 1989

Duración: 44 min.

Género: Drama

Fotografía: Néstor Almendros

Intérpretes: Nick Nolte (Lionel Dobie), Rosanna Arquette (Paulette) y Steve Buscemi (Gregory Stark).

Scorsese nos propone aquí, en este excelso relato cinematográfico, una rigurosa mirada del mundo artístico neoyorquino de por entonces (finales de los ’80), y de la relación maestro-alumna, valiéndose de las estupendas actuaciones de Nick Nolte y de Rosanna Arquette.

Lionel Dobie es un pintor veterano y de gran prestigio que, de buenas a primeras, se encuentra atrapado entre su pasión por el arte y una intensa obsesión por su sensual y joven asistente Paulette.

Como espectadores presenciamos la trampa que teje el pintor con la intención de envolver a su víctima, apelando a la fascinación que los artistas suelen provocar en las demás personas. Sin embargo, Dobie encontrará en su bella aprendiz la horma de su zapato.

La asistente de Dobie se ve forzada a convertirse en una suerte de polo a tierra que tiene que satisfacer todas las necesidades del pintor, solucionar sus inquietudes y estar inmóvil para ser observada y serle succionada su vida. Así, la obsesión del artista hacia su asistente expresa la necesidad de poseer un bonito objeto para la contemplación y un trofeo sexual que cimente su ego machista. Paulette lo entenderá así y dará batalla, más allá de su reconocimiento por el talento artístico de Dobie.

La genialidad del maestro excéntrico y descuidado, que con sus pinceladas crea arte sin mucho esfuerzo pero sí con mucho ímpetu, no le evitará a Dobie la frustración que deviene de la imposibilidad de atrapar a su presa y que se verá obligado a canalizar mediante la sublimación de la creación artística. La crisis emocional y los intentos de manipulación por parte de Dobie darán lugar a un escenario de permanente crispación en el vínculo entre el profesor y su alumna, tensión que Scorsese capta y logra transmitirnos con su habitual rigor narrativo y una gran fuerza visual.

Destrozando a Edipo

(Oedipus Wrecks)

Historias de Nueva York 2

DIRECTOR: Woody Allen

AÑO: 1989

DURACION: 42 min.

GENERO: Comedia

FOTOGRAFIA: Sven Nykvist

INTERPRETES: Woody Allen, Mia Farrow, Mae Queslec y Julie Kavner.

Comedia fantástica basada en el complejo de Edipo, aunque en esta ocasión, paradójicamente, cuando el hijo se deshace de la madre parece que comienza su liberación. Su angustia existencial residía precisamente en ella, una madre absorbente, sobreprotectora, despótica y que no ha podido asimilar nunca que su hijo se haya hecho mayor.

Un día la madre «desaparece», el hijo queda libre de tal suplicio y comienza a reanudar con algún éxito su vida sentimental. Pero entonces empieza un delirio en su vida totalmente increíble: Su madre, convertida en un ser gigantesco y fantasmagórico, aparece sobre el cielo de Nueva York, y lo llama al orden. Desde ese púlpito infinito, cuenta a todos los habitantes de la ciudad los pormenores sentimentales de su hijo.

La obligada ruptura con su pareja, relación que fuera objeto de la desaprobación materna, y el encuentro con una mujer de parecidas características a la anciana, harán desaparecer la pesadilla y regresar a la madre al mundo real, de tal modo que la “paz edípica” se reinstalará en la vida de este hombre.

En un nuevo tour de force, Allen escribe, dirige e interpreta de manera excelente esta divertidísima pieza, ayudado por Mia Farrow y la maravillosa Mae Questel, en este caso dando vida a una madre judía que se convierte en el eje de toda la historia, personaje que nos proporciona certeros y deliciosos gags. Allen interpreta a un hombre completamente manejado por su madre, que se convierte en su peor pesadilla cuando, tras acudir al show de un prestidigitador, ella aparece cual Dios en los cielos de Manhattan, para entero terror de su vástago. Las situaciones absurdas y el humor más personal del artista se dan cita en esta magnífica e hilarante realización, que nos cautiva de principio a fin.

«Buenos muchachos», de Martin Scorsese, en Cinéfilo Bar (Miércoles 22/07 – 21 Hs.)

22 julio 2009

Hoy 22 de julio se proyectará, en la continuidad de nuestro ciclo de los días miércoles en Cinéfilo Bar, la gran película “Buenos muchachos” (1990), de Martin Scorsese, considerada por no pocas publicaciones especializadas como una de las mejores realizaciones cinematográficas de todos los tiempos.

La función tendrá lugar en Bv. San Juan 1020, a partir de las 21 horas. Los esperamos.-

Buenos Muchachos

Título original: Goodfellas

Dirección: Martin Scorsese

Guión: Nicholas Pileggi y Martin Scorsese, en base a una novela del primero.

País: EE.UU.

Año: 1990

Duración: 145 min.

Elenco: Robert De Niro (Jimmy Conway), Ray Liotta (Henry Hill), Joe Pesci (Tommy DeVito), Lorraine Bracco (Karen Hill), Paul Sorvino (Paul Cicero), Frank Sivero (Frankie Carbone), Tony Darrow (Sonny Bunz), Mike Starr (Frenchy).

Sinopsis:

GoodFellasHenry Hills, hijo de padre irlandés y madre siciliana, es testigo de la singular vida que llevan los gangsters que habitan en su barrio, en una zona de Brooklyn donde son mayoría los emigrantes, y que está bajo la protección del patriarca Paul Cicero. Henry, a sus trece años de edad, desistirá de seguir yendo a clase, y fascinado por tal vida mafiosa, entrará a formar parte de la organización, comenzando por ser un mero chico de los recados para ir ascendiendo de posición a medida que fortalece la confianza que en él depositan los integrantes del hampa local, como el irlandés Jimmy Conway o el italoamericano Tommy de Vito, adentrándose cada vez en negocios más turbios.

Comentario:

Casi dos décadas después de esa obra maestra de Francis F. Coppola que es “El Padrino”, Martin Scorsese marca territorio y crea un nuevo clásico del género: “Buenos Muchachos” (Goodfellas), historia de gangsters narrada con gran crudeza y notable solidez.

El guión esta basado en la novela “Wiseguy” de Nicholas Pileggi, quien también co-escribió el guión junto a Martin Scorsese. La película nos cuenta de la vida de Henry Hills, un mafioso que trabaja junto a Jimmy Conway y Tommy DeVito, mostrando el desarrollo de los negocios mafiosos entre los años ‘50 y los ’80, incluyendo el tráfico de droga.

Con un guión excelentemente construido y una extraordinaria utilización como recurso narrativo de la voz en off, con un inmejorable sentido del ritmo cinematográfico, mostrando con maestría la conducta de los personajes y su evolución a lo largo de la historia, esta película expone con gran solvencia técnica y acertados criterios estéticos la vida cotidiana de este grupo de mafiosos, sus movimientos, su organización interna, los códigos por que se rigen, los robos y delitos que comenten, etc.

El trabajo de la cámara es excelente, las tomas usadas para seguir a los personajes en ciertos recorridos y mostrarnos las ubicaciones son geniales y han sido montadas a la perfección. El planteo del certero guión en torno al tratamiento del mundo criminal está ejecutado con gran talento por la dirección, sobre todo los asesinatos (planearlos, ejecutarlos y deshacerse de las pruebas) pero también, por ejemplo, el trato de los jefes con los empleados; todo está ahí, por momentos mostrado como si se tratara de un documental.

Scorsese demuestra aquí un gran talento a la hora de combinar, apelando muchas veces a un tono paródico, algo tan trágico como la muerte con ciertos rituales característicos de los vínculos familiares dentro de la mafia. Y como siempre en Scorsese (una marca registrada de su cine), la utilización de la música es sumamente apropiada, integrándose a la perfección al discurso cinematográfico.

El elenco está encabezado por un joven Ray Liotta como Henry Hills, en una actuación magistral que terminó de confirmar la calidad actoral que ya había tenido oportunidad de mostrar en trabajos anteriores. Lo acompañan dos actores emblemáticos del cine de Scorsese, como lo son Robert De Niro y Joe Pesci. Completan los papeles centrales Lorraine Bracco, en el papel de la esposa de Hills, con una ajustada interpretación de una mujer que pasa por diversas situaciones límites, y Paul Sorvino, con una contundente y paradigmática personificación del capo mafia Paul Cicero.

“Buenos muchachos” cuenta con innumerables escenas para el recuerdo, en el marco de una narración sin fisuras que mantiene al espectador pegado a la pantalla, siendo una pieza cinematográfica superlativa, fruto de un Scorsese brillante, en su mejor forma.

Esta producción ganó un Oscar (Joe Pesci, como mejor actor de reparto) y obtuvo otras cinco nominaciones, entre las que se destacan mejor director (Scorsese), mejor actriz de reparto (Lorraine Bracco), y mejor guión adaptado (Scorsese-Pileggi), entre otras categorías.

Robert De Niro, Ray Liotta y Paul Sorvino en "Buenos muchachos", de Martin Scorsese.

Robert De Niro, Ray Liotta y Paul Sorvino en "Buenos muchachos", de Martin Scorsese.

«Crímenes y Pecados», de Woody Allen, en Cinéfilo Bar (Miércoles 15/07 – 21 Hs.)

15 julio 2009

Este miércoles 15 de julio, en el marco de nuestra actividad cineclubística en Cinéfilo Bar, tendrá lugar la proyección de “Crímenes y Pecados”, de Woody Allen, realización del año 1989. Película acerca de los dilemas morales, Crimes and Misdemeanors (tal su títulos original) posee una estructura coral y aborda una problemática seria pero con algún que otro toque de comedia, lo que sirve para aligerar sólo hasta cierto punto la fuerte carga dramática de la que sería la subtrama principal del relato. A tono con el aspecto más sórdido de la historia, en la banda de sonido de la película se escuchan pasajes del inquietante cuarteto para cuerdas “La muerte y la Doncella”, de Schubert. Con todo, puede decirse que en “Crímenes y Pecados” las palmas se las llevan principalmente los formidables Martin Landau y Anjelica Huston, componiendo una pareja malograda, en el marco de una relación de sino trágico.

La función para exhibir esta excelente realización del gran Woody Allen se llevará a cabo el miércoles 15 de julio, a las 21 horas, en Bv. San Juan 1020. Los esperamos.-

Crímenes y Pecados

Crímenes y pecados

Título original: Crimes and Misdemeanors

Año: 1989

Procedencia: Estados Unidos

Drama – Comedia – Policial

Duración: 104′

Dirección: Woody Allen

Guión: Woody Allen

Fotografía: Sven Nykvist

Sinopsis:

Un exitoso oftalmólogo engaña a su esposa y, para ocultarlo, bordea los límites del crimen; un documentalista fracasado debe filmar por encargo la vida del hombre que más detesta. Con estas dos historias, Woody Allen enhebra drama y comedia en uno de sus relatos más sombríos, profundos y, sin embargo, también divertidos. A los conflictos sentimentales y profesionales que este cineasta suele tocar, se agrega en esta obra una amarga reflexión sobre la moral, la justicia y el éxito, con reminiscencias de Dostoievski e Ingmar Bergman.

Comentario:

Crímenes y pecados“Crímenes y Pecados” es considerada por muchos la película más lograda de Woody Allen. En ella el director neoyorquino elabora una reflexión de corte existencial sobre el bien y el mal, utilizando como elemento disparador las figuras del crimen pasional y del crimen artístico.

“Crímenes y Pecados” cuenta, básicamente, dos historias paralelas: Una es la de Cliff Stern, un documentalista neurótico y lleno de ideas, que debe aceptar un trabajo mercenario para no morirse de hambre. La otra es la de Judah Rosenthal, un oftalmólogo exitoso que debe lidiar con una amante furiosa y dispuesta a arruinar para siempre su apacible vida burguesa. Sobre estos hombres, Allen construye una película que es una obra maestra -a ratos divertida, a ratos trágica- interesada en temas como la moral, la muerte, la trascendencia de nuestros actos y el sentido de la vida.

El doctor Judah Rosenthal (Landau) está decidido a terminar con su amante Dolores (Huston). Dolores, por su parte, no quiere cortar la relación y está dispuesta a contarle todo a la esposa de Judah, por lo que éste está por tomar una dura decisión a fin de evitar que se sepa la verdad.

Cliff Stern (Allen), por su lado, es un documentalista de poco éxito que entabla una constante lucha interna con su cuñado (Alda), un productor famoso que parece lograr todos sus sueños. Como su matrimonio se está tornando aburrido y monótono, Cliff comienza una amistad con una productora que posee sus mismos intereses y gustos (Farrow), y quiere que algo más surja de esta relación.

Quienes hayan empezado a familiarizarse con la filmografía de Woody Allen por sus últimas obras como “Match Point”, podrán pensar que “Crímenes y Pecados” es la misma historia. Cerca, pero no. En este caso, se pone un mayor énfasis en el dilema ético y religioso que plantea la situación; el debate interno del personaje de Landau es representado magistralmente por una cena familiar donde varias posturas que dan vueltas en su cabeza salen a la luz. Además, el personaje de Allen le añade a la historia un delicioso condimento humorístico del que carece “Match Point”.

Como casi siempre, Allen recurre a su humor sarcástico y al lado cínico de la vida para contar historias sobre gente que no siempre obtiene lo que quiere y gente que lo tiene todo. Otra vez tenemos un recorrido por su amada Nueva York, así como música clásica y escenas de películas viejas, dejando señales y guiños durante todo el filme.

Drama mezclado con suspenso, de un lado; efectiva comedia, por el otro, lo cierto es que “Crímenes y Pecados” nos ofrece una historia hábilmente plasmada acerca de la complejidad de las decisiones humanas y el microcosmos moral que ello representa, haciendo gala de una brillante comprensión de cómo lo gracioso y lo fatal se entrecruzan permanentemente en la vida de las personas.

En última instancia, conmovedora, penetrante y sumamente atractiva, “Crímenes y Pecados” es, sin dudas, una de las mejores películas de Woody Allen, y esto no es poca cosa.-

Martin Landau y Woody Allen, en "Crímenes y Pecados".

Martin Landau y Woody Allen, en "Crímenes y Pecados".

«Annie Hall – Dos extraños amantes», de Woody Allen, en Cinéfilo Bar (Miércoles 08/07 – 21 Hs.)

7 julio 2009

Tenía que llegar el momento y finalmente llegó; el próximo miércoles tendrá lugar la primera función de nuestro ciclo en Cinéfilo Bar (que ya va por su tercera temporada) en que habrá de proyectarse una película del maestro Woody Allen. En el marco de la edición del presente mes de julio del mencionado ciclo, que hemos denominado “Neoyorquinos: Allen-Scorsese”, el día 8 de julio se exhibirá un título de relevancia dentro de la prolífica carrera como director de Woody Allen. Hablamos de “Annie Hall – Dos extraños amantes”, realización del año 1977 protagonizada por el propio Allen y Diane Keaton. Se trata de una entrañable historia de amor, narrada con sensibilidad, solvencia, innegable originalidad, y, desde luego, notable sentido del humor, y en la que el pequeño gran Woody demuestra todo su talento en el terreno de la comedia.

La cita para ver “Annie Hall”, de Woody Allen, ganadora del Oscar a la mejor película, es el miércoles 08/07, a las 21 horas, en Bv. San Juan 1020.-

Annie Hall – Dos extraños amantes

Annie Hall

Título Original: Annie Hall

Director: Woody Allen

Año: 1977

País: EEUU

Duración: 94 minutos

Genero: Comedia

Fotografia: Gordon Willis

Producción: Jack Rollins , Charles H. Joffe.

Guión: Woody Allen , Marshall Brickman.

Reparto:

Woody Allen (Alvy Singer)

Diane Keaton (Annie Hall)

Tony Roberts (Rob)

Carol Kane (Allison Portchnik)

Paul Simon (Tony Lacey)

Shelley Duvall (Pam)

Colleen Dewhurst (Señora Hall)

Christopher Walken (Duane Hall)

Sinopsis:

Alvy Singer es un comediante de clubes nocturnos que a los 40 años hace un repaso de su vida tras romper con su última novia, Annie Hall. Cuenta sus amores, sus matrimonios y en especial la relación con Annie. Alvy es un tipo especial, algo neurótico, dominado por una serie de obsesiones que acaban por destruir cada una de sus relaciones.

Annie-Hall

Comentario:

Puede decirse que, tratándose de una comedia, esta realización de Woody Allen constituye un caso atípico, por cuanto la misma obtuvo el reconocimiento de la industria hollywoodense ganando, ni más ni menos, el Oscar a la mejor película y tres oscars más: actriz, dirección y guión.

Cuenta la historia de una pareja de neoyorquinos interpretados por el propio director y Diane Keaton.

Película de diálogos, frases ingeniosas, de escenarios urbanos bañados del clásico humor de su director, que además rompe reglas del relato al permitir que sus personajes se dirijan directamente al espectador, que haya escenas en las que cualquiera de los dos personajes centrales, desde el presente de la situación, observa a su yo en un momento anterior de su propia historia; entrevistas sobre situaciones de la trama a personas que supuestamente pasan por allí de casualidad, y hasta una escena de animación que parodia al clásico de Disney, Blancanieves y los siete enanitos.

Desde la puesta en escena, desde los diálogos, desde las situaciones que ofrece el relato, Woody da rienda suelta aquí a toda su cinefilia, poniendo en evidencia su amor por la obra de realizadores como Bergman, Fellini y Truffaut. Con continuos flashbacks desmenuza la complejidad de la relación de Alvy Singer con la mujer cuyo nombre da título al filme, a través de estupendos diálogos típicamente “allenianos”, algo así como «discursos con chiste», es decir, diálogos trascendentes, con lúcida reflexión moral incluida, que desembocan en un remate cómico.

En “Annie Hall”, una película redonda, compacta y sin fisuras, Woody Allen cambia el diván del psicoanalista por algo que, al menos aquí y para él, resulta más eficaz, algo así como una exorcización en voz alta de fantasmas, obsesiones, angustias y recuerdos. Alvy Singer es un cómico literalmente atenazado por el tiempo, un depósito inagotable de vivencias no resueltas y sobre todo de preguntas sobre sí mismo, su personalidad y todo lo que lo rodea. Diane Keaton, por su parte, asume el papel de una actriz atascada en sí misma pero dispuesta a dar un gran paso en su vida, a rehacerse personal y profesionalmente en Los Angeles, camino de un éxito que en realidad todavía no ha llamado a su puerta. Con algunos temores y no pocas relaciones personales fracasadas, con divorcios y desengaños amorosos a cuestas, Alvy y Annie se propondrán un encuentro que alumbrará una intensa historia de amor, con espacio para el humor, la melancolía y los conflictos de pareja, dando testimonio de las turbulencias afectivas de los años ’70. Así, los dos personajes centrales de la película reconstruyen su relación a golpes de memoria, desde su primer contacto hasta los callejones sin salida del presente de la ficción cinematográfica.

“Annie Hall” es una crónica sobre la búsqueda de la felicidad. La película iba a titularse originalmente “Anhedonia”, término clínico que describe la incapacidad de ciertas personas para disfrutar de la vida, para sacar de ésta el máximo partido; algo así como una represión sistemática del placer en la que tiene mucho que ver la religión, la educación y una anómala relación con las circunstancias vigentes de la existencia.

Finalmente, Allen decidió bautizar a esta película como “Annie Hall”, cuyo guión concibió y escribió pensando en Diane Keaton, dándole a esta actriz, quien por entonces era su pareja, la posibilidad de meterse en la piel de un personaje encantador e inolvidable.

Diane Keaton y Woody Allen en "Annie Hall".

Diane Keaton y Woody Allen en "Annie Hall".

«The Host», de Bong Joon-ho, en el colegio San José (Viernes 03/07 – 19 hs.)

3 julio 2009

Ciclo Cine en el «Sanjo» – Viernes 3 de julio – 19 horas – Sol de Mayo 726

Actividad abierta al público con contribución voluntaria.

Este viernes 3 de julio, a las 19 horas, en el colegio San José, ubicado en Sol de Mayo 726, Alto Alberdi, tendrá lugar la proyección de «The Host «, la extraordinaria realización del director coreano Bong Joon-ho.

Se trata de una película deliciosamente antinorteamericana, plagada de escenas maravillosas y conmovedoras, y cuyo tono va de la comedia al drama y viceversa a lo largo de todo el relato, con dosis muy interesantes de denuncia política y social, que culmina con una secuencia inolvidable (la persecución del monstruo con las bombas molotov), en el marco de un final dulcemente oscuro, pleno de poesía cinematográfica y envuelto por una música incidental de belleza indescriptible. En conclusión, una gran película, emoción en estado puro; un filme que conjuga magistralmente el género cómico con el de terror, sumando crítica social y ejemplares escenas dramáticas, constituyéndose en una prueba irrefutable del enorme talento de Bong Joon-Ho, su director.

«The Host«

The Host poster

Título: The Host

Dirige: Joon-ho Bong

Actores: Kang-ho Song, Hie-bong Byeon, Hae-il Park, Du-na Bae, Ah-sung Ko.

Año: 2007

The Host: Corea recupera el cine popular

El boom coreano es el fenómeno más sorprendente del cine internacional en la última década. En Corea del Sur, las películas locales ocupan hoy más del 50% de la taquilla, algo que sólo ocurre en Estados Unidos y en la India. En 1991, ese porcentaje era del 16 % y se exportaban 17 films por año. Actualmente, son más de 200 a 62 países.

Hasta hace muy poco, Corea no figuraba en las historias del cine mientras que la mayoría de los críticos, programadores y distribuidores occidentales no habían visto una película coreana en su vida, para no hablar del público general. En cambio, en los últimos años son de exhibición obligatoria en los festivales y han recibido innumerables premios, incluyendo tres del jurado oficial en Cannes.

Por su parte, el festival de Pusan, creado en 1996, se transformó en el más importante del continente. Las películas coreanas ya son dominantes en el mercado asiático y se estrenan en el resto del mundo con frecuencia creciente. Mientras tanto, en Corea, hace un tiempo que los grandes éxitos de taquilla dejaron de ser americanos y cada año un nuevo éxito nacional bate el record de los anteriores. El último es The Host, visto nada menos que por trece millones de espectadores, una cifra con la que la mayoría de los países (en particular, los latinoamericanos) ni siquiera sueña.

Las causas de esta explosión no han sido suficientemente estudiadas, aunque hay tres que deben mencionarse. La primera es la cuota de pantalla, la obligación de exhibir film locales en cada sala durante un determinado número de días al año. Ese número, que varió a lo largo de los años y alcanzó un máximo de 165, fue y sigue siendo el objeto de tremendas presiones económicas de parte de los Estados Unidos, con su doctrina del libre comercio y una causa para los defensores de la protección de los bienes culturales.

Otra razón es una industria muy dinámica que ha utilizado recursos de capital de diversas fuentes (el subsidio estatal directo es muy bajo en Corea) y el talento de una serie muy larga de cineastas que desemboca en la actual generación pero tiene una larga historia, con veteranos aun activos como Im Kwan-taek (Chiwaseon), que ha filmado 100 películas, o excéntricos geniales como Jang Sun-woo (The Road to the Racetrack).

Por último, el crecimiento económico que acompañó a la salida de la larga dictadura militar en 1989, la eliminación de la censura y la apertura de las pantallas coreanas al cine de otros países (las películas japonesas, en particular, estuvieron prohibidas hasta el 2000), es decir, la salida de una situación provinciana y autoritaria, facilitó la emergencia de una cultura cinematográfica potente que conserva incluso la impronta de la lucha política de sus pioneros y, al mismo tiempo, la aparición de un nuevo público: en Corea, los espectadores de cine deben ser los más jóvenes de mundo.

The Host, de Bong Joon-ho, una película extraordinaria, es también una síntesis posible del modelo coreano. Es un film que se inscribe en los géneros taquilleros y juveniles de la tradición internacional y, al mismo tiempo, se los apropia para deslizar una mirada crítica y comprometida sobre la sociedad coreana, tan llena de humor como de rebeldía.

Bong, nacido en 1969, comparte algunos rasgos con sus compatriotas más destacados en estos años: tiene el talento visual de Park Chang-wook (Oldboy, Sympathy for Mr. Vengeance), el interés social de Lee Chang-dong (Peppermint Candy, Romance), la fineza autoral de Hong Sang-soo (Turning Gate, Woman on the Beach) y la audacia de Kim Ki-duk (The Isle, 3-Iron).

Su primer largo (Barking Dogs Never Bite, 2000) es una comedia negra y un sátira social que gira en torno a algunos secretos vergonzantes de la vida coreana: la vieja y no del todo extinguida costumbre de comer perros y las coimas para obtener una posición en la administración o en la universidad. Es la presentación de un director inteligente, maduro y con una gran noción del equilibrio. La película hacía pensar que la carrera de Bong se orientaría hacia un cine más bien intelectual. Sin embargo, su segunda película fue decididamente comercial: un thriller virtuoso llamado Memories of Murder (2003) sobre dos policías que intentan encontrar a un asesino serial y no hacen más que descargar sobre el otro sus prejuicios respectivos.

Muy exitoso, el film es también una pintura de la burocracia y el autoritarismo y de la soledad a la que una sociedad construida sobre tales bases condena a los individuos. En los dos film se nota la simpatía del director por los personajes de las clases más bajas, especialmente contra los que están en el fondo de la pirámide educativa y son blancos de las bromas de los más afortunados. El héroe del film es el personaje que interpreta el brutal Park Gang-du, frente al detective científico y capitalino cuya superioridad es solo aparente.

Park Gang-du es también el héroe de The Host, donde encarna al más tonto pero más fuerte de los Park, una familia compuesta por un padre y cuatro hijos, tan queribles como limitados, que se enfrenta a puño limpio con una monstruosa criatura que amenaza destruir Seúl. Teóricamente, The Host es una comedia de monstruos que, sin perder las proporciones de la ironía alcanza la gravedad de la épica y, más aun, de la tragedia. Aunque compite con los blockbusters americanos basados en la espectacularidad y los efectos especiales, The Host no es uno de ellos. Mucho más modesta en recursos, segrega la misma adrenalina en las escenas de acción, pero estas son de algún modo accesorias. Bong no se regodea en las peleas ni en las persecuciones ni manipula exageradamente el suspenso. Se limita a ser inventivo y eficaz en ese terreno para no achatar la tridimensionalidad de su material.

El enemigo de los Park no es sólo el monstruo sin nombre, sino una sociedad que obedece ciegamente a la autoridad y que se humilla frente a los americanos y su ciencia imperial. Movida por el amor y la culpa, casi indefensa por sus cómicas carencias de toda índole, la familia busca desesperadamente a la hermanita perdida, pero es el blanco del gobierno y de los expertos y, aunque son héroes para el espectador, no lo serán nunca para sus alienados compatriotas. El talento de Bong se manifiesta en su capacidad para imaginar cinematográficamente la lucha de los que no tienen nada más que su ciega obstinación contra la maldad ciega del monstruo, no más inhumana que la del poder.

The Host no es un film populista: a pesar de que sostiene a los sumergidos que no aceptan resignar su humanidad, no transforma en virtudes sus faltas, no las adorna, no concede cínicamente a su sentimentalismo, no los explota. Es, por el contrario, un film popular, categoría que el cine parecía haber abandonado hace mucho tiempo. La universalidad, la cercanía con los personajes y el tono agridulce de la historia parecen derivar de Chaplin, de las eufóricas calamidades proletarias de Tiempos modernos, aunque pasadas por el modo directo, más bien áspero, de relacionarse entre sí de los coreanos.

Para merecer la calificación de popular no basta (ni siquiera importa) que la película tenga éxito en la boletería (de hecho, su estreno en la Argentina, por ejemplo, fue un fracaso). Pero, en cambio, es esencial que su aliento juguetón se confunda con un deseo de igualdad y justicia, con la apuesta a que la Historia no está terminada y las cuentas por saldar siguen existiendo. En ese sentido, es impresionante el final de The Host, con Park Gang-du en una choza iluminada en la nieve, acompañado apenas por un chico huérfano que conoció durante su odisea. Si a algo recuerda ese momento (aunque con el agregado de una evidente desolación) es a la última escena de Viñas de ira, a su rabia y a su esperanza. No es poco para una película de monstruos, pero Bong habla en serio.

Quintín

Buenos Aires, Argentina

http://www.ar.terra.com/terramagazine/interna/0,,OI1709412-EI9840,00.html

The host

«Calles salvajes», de Martin Scorsese, en Cinéfilo Bar (Miércoles 01/07 – 21 Hs.)

1 julio 2009

Con la llegada del nuevo mes, la programación de nuestro ciclo de los miércoles en Cinéfilo Bar se ha de nutrir con parte del mejor cine de dos estupendos realizadores neoyorquinos, a saber, Martin Scorsese y Woody Allen. La primera entrega consistirá en la proyección de “Calles salvajes” (“Mean Streets”), de 1973, filme que catapultó a Scorsese como director y que es un auténtico compendio de algunas constantes de su obra posterior: Nueva York como escenario violento y desordenado, la libertad de estilo y las relaciones con la mafia. Quizás se trate de la película de este realizador en la que se hace más evidente la influencia de la Nueva Ola francesa. Vamos a encontrar aquí unas espléndidas labores interpretativas a cargo de Harvey Keitel y Robert De Niro (Esta película marca el primer encuentro entre Scorsese y De Niro; luego vendrían “Taxi Driver”, “Toro Salvaje”, “Cabo de Miedo”, “Buenos Muchachos” y “Casino”, entre otras). Harvey Keitel interpreta a Charlie, un aprendiz de gangster sin futuro que cree que los pecados se pagan en la calle, no en la iglesia, pero que siempre acude a ella para expiar sus fechorías. De Niro, en tanto, se mete en la piel de Johnny Boy, el mejor amigo de Charlie, un tipo irresponsable, auto-destructivo, y para colmo de males endeudado con gente a la que es recomendable no deberle una moneda.

La cita para ver esta perla cinematográfica es el miércoles 1º de julio, a las 21 horas, en Bv. San Juan 1020.-

Calles Salvajes

(Mean Streets)

Calles salvajes

Estados Unidos, 1973

110 minutos

Género: Drama

Director:  Martin Scorsese

Guión: Martin Scorsese y Mardik Martin, basado en una historia del primero.

Música: Eric Clapton

Fotografía: Kent L. Wakeford

Actores: Harvey Keitel, Robert De Niro, David Proval, Amy Robinson, Víctor Argo y Richard Romanus.

Sinopsis:

Charlie es un joven que recorre Nueva York tratando de conciliar su formación católica con la atracción que le provoca el mundo de la mafia. Está enamorado de Teresa, y se siente obligado a brindar ayuda y protección a Johnny Boy, uno de sus amigos, quien no deja de provocarle problemas con su agresiva e irresponsable actitud. Para Charlie todo esto disparará una crisis que lo obligará a elegir entre su vida ya definida en el barrio o ir en busca de algo mejor. Martin Scorsese dirigió este potente drama callejero con detalles autobiográficos, que sigue deslumbrando treinta y seis años después de su estreno. Grandes actuaciones de Harvey Keitel y Robert De Niro.

Comentario:

Calles salvajes 2En un artículo aparecido en el diario Página 12 en el año 2005, reflexionando sobre esta película, el crítico Horacio Bernades se preguntaba: “¿Una crónica autobiográfica y barrial que es a la vez una visión de Nueva York y el mundo, un tester de los primeros ‘70, un ‘aquí y ahora’ de la comunidad ítaloamericana, un documental sobre su cultura y hasta una profecía de toda la violencia que vendría de allí en más?” (“Nuevo apocalipsis en Little Italy”, Página 12, 10 de Junio de 2005).

Dentro del lote de las primeras películas de Martin Scorsese, “Mean Streets” es, sin dudas, una realización absolutamente emblemática del director neoyorquino, en términos del estilo visual y de puesta en escena que sería su sello distintivo durante gran parte de su carrera. En tal sentido, suele hablarse de esta película como un esbozo de ese ulterior y brillante trabajo que es “Buenos Muchachos”, refiriéndose con ello al empleo de las estrategias narrativas basadas en la steadycam, la cámara lenta y los juegos con el montaje, o a la utilización de la música diegética.

Lo cierto es que en “Calles Salvajes” Scorsese rompe muchas reglas en cuanto a la concepción y a la ejecución al momento de concretar este magnífico relato cinematográfico, fusionando un escrupuloso afán descriptivo de las calles y de la gente del Little Italy de Nueva York con una sucesión de tramas que se encauzan dramáticamente a partir del dilema moral que se le plantea al personaje que encarna Harvey Keitel, al que vemos luchar por encontrar un equilibrio imposible entre los elementos que atraviesan su vida, a saber, Dios, su posición en la organización mafiosa, el amor por una mujer “inconveniente” y el amparo a su amigo descarriado, aspectos que aparecen sólidamente conjugados en el relato merced a la maestría formal de Scorsese.

Scorsese no concede espacio al lirismo, y desarrolla los acontecimientos, a menudo sórdidos, con un estoico sentido de la sobriedad. De ahí extrae toda su fuerza y personalidad la película, y por ese tamiz pasan las argucias visuales a las que ya nos hemos referido, y que Scorsese domina, ya aquí, a la perfección. Y a fin de comprender el gran nivel que alcanza el realizador ítaloamericano en esta película es bueno tener presente la enorme carencia de medios con la que tuvo que lidiar a hora de llevar a cabo su rodaje.

Puede afirmarse categóricamente, entonces, que “Calles salvajes” es una película extraordinariamente maravillosa, que asume la forma de un drama en cuyo centro se encuentra Charlie, un joven que vive en el submundo del vicio y que intenta ser tan religioso como puede, para redimir sus pecados, pero que se encuentra en circunstancias existenciales que conforman un verdadero callejón sin salida.

“Calles salvajes” está dotada de escenas verdaderamente antológicas y desarrolladas con un gran sentido del ritmo cinematográfico, uniendo en acertadas dosis intensidad dramática con economía de recursos narrativos, como por ejemplo, la discusión en la sala apartada del bar o la pelea en el billar, y qué decir de los diálogos, unos diálogos que ya son un paradigma del cine de culto: «Es tu primo y lo debes pensar así: los locos necesitan ayuda y si no lo ayudo yo, ¿quién si no?».

Entre los rubros técnicos, además de la excelente banda de sonido, es necesario resaltar el prodigioso trabajo de fotografía en color, a cargo de Kent Wakeford.

Además de la poderosa dupla actoral que conforman Keitel y De Niro, hay que destacar el buen desempeño interpretativo de Amy Robinson (por entonces, pareja de Scorsese) y el breve pero divertido papel que juega el recientemente fallecido David Carradine, quien aparece en la película como un borracho que es víctima de un asesinato (y a manos, nada menos, de Robert Carradine, su hermano en la vida real).

“Calles salvajes” es más que una película sobre mafiosos, puesto que Scorsese plasma en ella muchas de sus vivencias personales, al punto que el desenlace, al borde de la tragedia más completa, puede entenderse como una suerte de catarsis particular del director. Bernades, en el mencionado artículo, dice al respecto que la película es “un camino cerrado (que) termina con cuerpos ensangrentados y a los tumbos, saliendo de un auto que se clavó contra un surtidor de agua, en medio de un pequeño apocalipsis urbano, que parece representar el de toda una época” (Idem).

En definitiva, una película de los años 70 y que, aun hoy, casi cuarenta años después, puede ser considerada una inigualable manifestación de cine en estado puro.

Scorsese junto a De Niro y Keitel durante el rodaje de "Calles salvajes".

Scorsese junto a De Niro y Keitel durante el rodaje de "Calles salvajes".